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Tres historias de Ollauri

Tres historias de Ollauri

La cultura del vino, motor de la vida cotidiana durante siglos

Recuperar y cuidar de un patrimonio como los antiguos calados de Conde de los Andes nos ha permitido descubrir jugosos pasajes de la historia vitivinícola del pueblo de Ollauri. Una de nuestras principales fuentes de información ha sido el exhaustivo estudio que encargamos a la historiadora y escritora riojana Rosana Foncea cuando hace unos años retomamos la actividad de la bodega. De sus páginas extraemos tres breves episodios que muestran la profunda huella de la cultura y la economía del vino en la vida cotidiana de las gentes de Ollauri y por extensión, de toda Rioja.

El sueldo del maestro

Hasta hace un siglo, no era nada extraño usar el vino como moneda de cambio para adquirir determinados servicios y bienes. El excedente de vino permitía esos pagos en especie. El problema es que no era un intercambio fácil de amortizar: dada la competencia de otros lugares y la mala conservación del producto, no resultaba sencillo vender ese vino.

Tenemos un ejemplo del año 1806. Por aquel entonces, el maestro de escuela de Ollauri, Pedro Celestino de Zaldierna, percibía como remuneración 200 cántaras de vino y 100 ducados. Conocemos estos detalles por la carta que el mismo maestro dirigió al concejo del pueblo solicitando a los miembros del concejo, la mayoría con intereses en el sector del vino, que vendieran esas cántaras para que él pudiera percibir el dinero en efectivo equivalente. No sabemos cómo acabó aquello, pero si el problema persistió, seguramente el profesor hubo de marchar a otro destino. La bajísima dotación de recursos y la consiguiente desmotivación del profesorado han sido problemas crónicos de la educación en España.

Tres historias de Ollauri
De precios y tasas

Por la misma época que la historia del maestro, se cobraba una tasa al consumo de vino a los transeúntes, esto es, a las gentes de paso por Ollauri. El impuesto se aplicaba tanto si consumían en la taberna como si lo hacían al por mayor en las bodegas o cuevas. Los únicos exentos de pago eran los eclesiásticos y, por otra parte, los cosecheros cuando compraban vino con el fin de llenar sus cubas para el consumo de sus familias o de su casa.

Siempre hubo un gran control sobre los precios y la producción de vino. En épocas pasadas, no estaba permitido entrar vino de fuera del pueblo. Los cosecheros no podían negar la venta de cántaras de vino a los habitantes del pueblo; y siempre estaban obligados a venderlo al mismo precio al que lo entregaban a los arrieros.

Tres historias de Ollauri
El corredor, una figura fundamental

Los oficios generados en torno al mundo del vino están bien documentados ya desde antiguo. En Ollauri había mulateros y arrieros que acarreaban el vino, taberneros y odreros que fabricaban y reparaban la colambre o conjunto de envases de piel de cabra. Uno de los oficios del vino bien documentado era el del corredor de vinos, el encargado de vender los vinos en el exterior. Era una especie de agente comercial de la época que tenía un papel esencial en el mercado del vino, puesto que llevaba a los arrieros a las bodegas para que compraran y transportaran vino. En muchos casos el corredor también ayudaba a cargar los cueros, por lo que podía recibir más cantidad de dinero.

A partir del siglo XVII todos los concejos del área del Rioja fueron obligados por la administración de la Corona a comprar y subastar el cargo de supervisor y fiel medidor de la correduría. Fue una forma de controlar esta actividad y al mismo tiempo, de generar ingresos para el hambriento erario público.

En 1744 se construyó en el pueblo el primer mesón para hospedar a los arrieros y a las caballerías que traían para la saca. Como los cosecheros eran los primeros interesados en que se levantara dicho mesón, contribuyeron al coste del edificio de manera proporcional a los ingresos de sus cosechas del último año.