¿Por qué triunfó el vino en Rioja Alavesa?
Clima y demanda explican la expansión de la viticultura en la Edad Media
¿Cuándo se levantó la bonita choza de piedra seca que protege el extremo suroeste de Viña Muriel, en el paraje de El Gallo? ¿Por qué se erigió, cuál era su función?
La respuesta debemos encontrarla quinientos años atrás, cuando el creciente valor de la cosecha de uva en Rioja Alavesa hizo necesaria la construcción de esos icónicos guardaviñas que aún hoy salpican las viñas de nuestra comarca. Los guardaviñas cobijaban al personal que vigilaba los campos y caminos, en una época de auge de la viticultura y del comercio de vino.
Aquí surge otra cuestión: ¿qué explica ese auge del mundo del vino? Todo empieza en la Edad Media, cuando lo que es hoy la Rioja Alavesa, conocida entonces como la Sonsierra de Navarra, era un espolón del reino navarro rodeado de territorios de la corona rival, Castilla. Para reforzar esa estrecha franja de tierra entre el Ebro y la sierra de Cantabria, y también para consolidar su poblamiento, los reyes de Navarra concedieron fueros y ventajas a los habitantes de la Sonsierra, que pronto empezaron a artigar campos, sembrar cereal y plantar viñas. Un factor externo contribuyó a la extensión del viñedo: el clima. Parece que entre los siglos XIII y XIV se abatió sobre Europa occidental una pequeña era glacial que contrajo buena parte de los cultivos. Entre otros efectos, esta ola de frío borró la presencia de viña en la Llanada Alavesa, al norte de la Sonsierra. ¿Qué iban a beber entonces los más de 7.000 habitantes que se calcula tenía Vitoria en aquel tiempo?
La respuesta llegó del otro lado de las sierras de Cantabria y Toloño, dando lugar a la traviesa", la ruta que atravesaba la montaña por varios pasos, como los puertos de Herrera y de Rivas. Por la traviesa circulaban sin cesar miles de caballerías que portaban pellejos de vino en dirección a Álava y retornaban a la Sonsierra con madera, objetos de hierro forjado, carbón y otros bienes.
La proximidad entre ambos territorios facilitó las cosas. El viaje resultaba asumible y la relativamente corta distancia reducía tanto los impuestos por cruzar puentes y caminos como los sueldos de los arrieros. Además, en aquellos siglos, varias decisiones de corte político constituyen un espaldarazo significativo para todo aquel intercambio. Un ejemplo temprano fue el permiso real concedido en 1283 a los cosecheros de la Sonsierra para abastecer de vino a la ciudad de Vitoria. Mucho más tarde, a partir de 1466, los pueblos de Laguardia y Labastida se integraron en la Hermandad de Álava, lo que intensificó el monocultivo vitícola en la Rioja Alavesa. Nuestra tierra se convirtió definitivamente en la bodega de Vitoria. Poco a poco los viticultores y cosecheros fueron transformando sus actividades y negocios. Uno de los grandes cambios fue el abandono de los lagares rupestres al aire libre, sustituidos por bodegas construidas en los mismos pueblos, con piedra de sillería y calaos bajo tierra.
Ya en el siglo XVI, cuando se edifican los guardaviñas, la Rioja Alavesa se beneficia de la estabilidad territorial. Con la zona pacificada e integrada definitivamente en Álava, la consolidación de la capital vitoriana como centro de distribución de vino hacia el resto del País Vasco fue un motivo clave para una aún mayor expansión del viñedo. El precio del vino subía y la viticultura demandaba cada vez más oficios complementarios, al tiempo que animaba el comercio. La población crecía paulatinamente y los más pudientes empezaron a cincelar sus blasones con orgullo sobre las fachadas de arenisca de sus hermosas y sólidas casonas.
Las fotos que ilustran este post fueron tomadas a principios de febrero de 2019 por Fernando Caballero (ReproImagen)
También te puede interesar: