Una enorme sala atestada de barricas apiladas en varios pisos. Una luz tenue ilumina el espacio, creando atractivos juegos de sombras con las formas redondeadas. Esta es, sin duda, una de las imágenes icónicas de nuestro sector del vino. Y, muy especialmente, todo un símbolo de las bodegas riojanas, como Muriel.
Pero, ¿cuál es la historia y la función del recipiente más utilizado? ¿Qué tipos de barricas empleamos? ¿Por qué son tan importantes para nuestros vinos de las distintas gamas de Muriel?
1. La barrica de roble: una visión general.
Los recipientes cilíndricos de madera se han utilizado durante siglos para transportar todo tipo de productos, especialmente líquidos y alimentos. En la actualidad se emplean casi en exclusiva en la producción vinos y bebidas espirituosas como el whisky. Aunque existen distintos tamaños de barrica, la de 225 litros, llamada barrica bordelesa, constituye algo así como el estándar.
La protuberancia de las barricas permite hacerlas rodar y girar fácilmente, una ventaja clave para su manejabilidad. Su peculiar y antiquísima forma facilita además que cualquier sedimento se deposite en el fondo, lo que permite trasvasar el vino para limpiarlo y afinarlo.
La mayoría de las barricas que se fabrican y se usan hoy en día están hechas de madera de roble, de procedencias distintas. Entre ellas, destacan el roble americano y el roble francés. La principal diferencia entre ambos está en la porosidad y, como consecuencia, en la aportación de distintos matices a la maduración.
2. ¿Cómo son las barricas de Muriel?
El 70% de nuestras barricas son de roble americano y casi todo el resto, de roble francés. Desde hace unos años venimos probando algunas barricas de roble español, con resultados prometedores. Trabajamos con varias tonelerías, y cada una aporta su propio estilo, más allá del tipo de roble que utliicen en la fabricación de las barricas. Y en cuanto al tostado, es decir, el grado de calentamiento al que se somete el interior de la barrica, en Muriel optamos por tostados medios en la mayoría de vinos tintos. Los blancos con crianza maduran en cambio en barricas de tostado ligero.
3. Qué aporta la barrica al vino.
Respuesta rápida: complejidad, estructura y matices. Si nos paramos en los detalles, hay que matizar. Y es que no todas las barricas son iguales. Cada variedad de uva y cada estilo de vino pide un tipo de barrica y en bodega dedicamos tiempo a experimentar y elegir las barricas más adecuadas.
En el interior de las barricas, gracias a la microoxigenación que penetra a través de la madera y de las junturas, y gracias también al tostado y al paso del tiempo, los vinos pasan por diferentes transformación físicas y químicas. El proceso consiste en estabilizar el vino, sumarle complejidad y, por tanto, interés y finura a su perfil organoléptico.
Llegados a este punto, os preguntaréis una cuestión clave: ¿en qué se diferencia el roble francés del americano en su aportación al vino? Es un tema interesante que veremos en un futuro artículo.
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