Tres parejas de amigos mantienen una divertida tradición navideña: una tarde de esos días entre fiestas familiares, se reúnen en casa de una de ellas –se van turnando de año en año– y cada pareja lleva una botella de vino. Preparan un rico picoteo y organizan una cata a ciegas de los tres vinos. El objetivo es elegir el vino que mejor armonice con las tapas que tienen en la mesa. La pareja que ha traído la botella ganadora se lleva el premio: las otras dos la invitan a una cena en el restaurante que elijan.
El año pasado ocurrió algo inédito: ¡los tres vinos empataron en preferencias! No había pasado nunca, pues normalmente los gustos confluyen de manera que el vino ganador suele obtener un alto consenso. Pero esta vez sucedió todo lo contrario y la elección arrojó un resultado irresoluble. Entre risas y exclamaciones, se dispusieron a quitar el papel de aluminio de las botellas y destapar las marcas.
Doble sorpresa
Al desvelar qué vinos habían originado aquel desenlace de empate absoluto, la situación se volvió todavía más sorprendente: ¡no se trataba de tres vinos diferentes, sino del mismo! Las tres parejas había coincidido en llevar Viña Muriel Blanco Reserva y con esa decisión abrieron la puerta a una de las tardes más disfrutonas y originales desde que empezaron a celebrar sus encuentros de vino.
Viña Muriel Blanco les había atraído por razones diferentes. Para unos, había sido gracias a la recomendación de un amigo winelover que siempre andaba a la caza de lo que él llamaba "corazones verdes", vinos que eran auténticas joyas aún pendientes de descubrir y maravillar. Para otros, se había tratado de un hallazgo casual en un restaurante; el vino les había encantado, acompañó de maravilla tanto los primeros como los segundos y pensaron que esta versatilidad lo tenía todo para sorprender... y ganar. Por su parte, los anfitriones lo habían escogido movidos por su preferencia hacia los blancos riojanos de entidad, con esa combinación única entre profundidad clásica y la presencia viva y fresca del carácter de fruta cítrica, tan agradable.
–Es una pura delicia.
–Y qué bien está con la paleta ibérica, me ha sorprendido mucho su limpieza.
–¿Qué me decís del foie?
– Ese final entre sabroso, herbáceo, refrescante...
– Es muy envolvente, me encanta.
– Con las ostras es como tocar el cielo. ¡Muy buena idea!
– ¡Ponme otra copa!
Así, entre pequeñas valoraciones y grandes placeres, pasaron esas horas tan especiales dedicadas al juego vínico. Nadie ganó y todos ganaron, así que unas semanas más tarde, entrado ya el año, el homenaje en un restaurante se lo dieron todos a la vez.
Los seis ya han fijado fecha para un nuevo encuentro de vinos estas próximas fiestas. Entre risas, comentaban el otro día que cómo vuelvan a coincidir con un vino de Muriel, de Conde de los Andes o de Pazo Cilleiro, se van todos de viaje a conocer las bodegas de Muriel Wines. Y nosotros les esperaremos con ganas.
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